Ese beso que me diste una noche,
una noche en que te dije cosas íntimas,
– cuando el alma sinte frío, siente penas,
penas hondas y hondo tedio de la vida -;
ese beso de tu boca, flor de seda
toda llena de perfumes a magnolias sensualistas;
ese beso de tu boca
me hizo fuerte ante la vida.
Ese beso que temblando sus alitas posó leve
en mis pálidas mejillas,
me hizo bueno… y llenó toda mi alma
de una unción sagrada y mística.
Ese beso todo lleno de perfumes,
de perfumes y caricias,
evitó con su aleteo y su música de Schumann
una muerte: la cruel muerte de un suicida.
Ese beso palpitante de pasiones, y de fiebres y deseos,
es el beso que dió Armando a Margarida,
es el beso de Julieta y de Romeo,
y ese beso… que no sea, el del Clown y Colombina.
Todo beso es un poema,
un poema cuya música es antigua,
– es poema que se ha escrito en el rosto de las vírgenes
y en las pálidas mejillas, –
Hoy me siento, gracias al beso que me diste
fuerte, ágil y optimista.
Tengo fé: en mis triunfos del futuro,
y en mis triunfos de poeta, de rebelde y de artista.
¡Seamos buenos!
El amor nos purifica.
¡Bien! Seamos: Yo el poeta y tú la musa;
yo: Musset y tú: Lucía
Ese beso todo plétora
de vigor, juventud, fuego y vida,
sea como la oriflama
de las piras encendidas
y que tenga la sonora vibración de las orquestras
de las músicas triunfales y divinas
y que vibre en el recuerdo
como vibran,
como vibran,
como vibran mis heroicas, mis genésicas, wagnerianas rebeldías.